Magda y Kari

Cruzó la avenida. Siguió caminando hasta pasar por enfrente a la muchacha. Ella estaba sentada en el escalón de la puerta de su casa. Él pasó desacelerando el paso. Ella le pidió fuego. Él no tenía pero le preguntó si le podía dar la hora. Le contestó que no. La muchacha entró. Tenía que darle de comer a sus perras y después vendría una amiga con la cual tomaría varios vasos de caña con butiá y hablaría de temas variados.
Llgó su amiga, Magda. Tiene casi 30, estudia psicología, tiene una sonrisa constante que roza la ingenuidad y la sumisón. Dice que de todo hay que mirar el lado positivo. Kari, dice que Magda tiene razón. Siguieron tomando caña. Se reían constantemente. Dijeron que el amor tiene órdnes que hay que respetar. Cosas de psicología. Dicen que hay que dejar de pensar y sentir mas. Hablaron de que hay cosas que ya no esperan. Hablaban de no tener mas expectativas, de no buscarlas. Eso es conformista. Ninguna de las dos lo sabe. No quieren.
Están cansadas. Hablaban de gente que conocían. Del tio homosexual, de la abuela de 80 años a la que le regalaron un celular para el día de la madre. Magda le preguntó cuándo iba a aprender a manejar. Kari se reía. Kari le contó acerca de las clases de clown. Magda escuchaba atentamente y reflexionó. Magda pensó que ella debería hacer algo relacionado a lo corporal. Kari asentía.
Después de que Magda se fue, Kari se puso a doblar pañuelos. Por un rato se sentó en la misma mesa, callada, con su vasito de caña.
Pensaba todo lo que se pierde cuando se gana algo. Pensaba que todo era un trueque. Que nunca podes quedarte con todo. Hablaba siempre en general. Utilizaba mucho la palabra todo. Pero su reflexión sobrepasó el egoísmo y pensó que siempre hay que dar algo.
Ellas tenían esa postura. Alegre, conformista, generosa, abierta y cerrada a la vez.
Kari se acostó. Leia hasta dormirse un libro sobre mujeres. A la mañana siguiente continuaba su vida.