Tres horas mas tarde vinieron a buscarlo.
Estaba allí, donde siempre afinaba la viola, donde siempre rezaba y daba gracias antes de partir en un sueño.
Hoy sería el día esperado, el planeado, el que con ansias, 4 horas antes había planificado todo discurso y contra discurso.
Eran casi las 15hs. Sol radiante como para mate en la rambla. La lluvia amenazante y la melancolía del verano interrumpieron en otro sueño. Melancolía. Plataforma para nuevas melodías callejeras. Llevaba su i pod donde grababa los tarareos de los nuevos éxitos. Los nuevos sueños. Corría cuando de pronto en su sueño se aproximaba el éxito. La conclusión, la llegada hacia alguna meta propuesta. Metas chicas, alcanzables, engañosas. Logros diarios disfrazados de inalcanzables para su superación extrema, para no caer en el pozo mas profundo de la desesperación, de la frustración, del rechazo, el dolor, el miedo, el ridículo, la duda, la ignorancia, la falta de sentido común, pero sobre todo el miedo a perder su único y finito hilo que lo conducía hacia los vestigios de su realidad.
Ya se habían difuminado los límites entre lo real y el sueño diario.
Tendría que acabar de una vez por todas con los sueños.
Se preparó toda clase de armamentos para combatirlos.
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